Róbale

No importa el color, tampoco la marca. A mayor sofisticación o singularidad, mayor satisfacción, tal vez. Quizás mensajes sean emitidos por algún Medio de Comunicación Masiva, elaborados por pérfidas mentes de aficción pavloviana que ríen a carcajadas cuando pierden sus zippo. Puede ser. Seguramente es el instinto más básico, el aprehender el fuego, el hacer de sí y apropiarse del descubrimiento primordial de la especie para atesorarlo con ansias hasta el momento cúlmine del tenés fuego, sí, claro, la sonrisa, dientes en resplandor, ojos en brillo y el conjunto de certezas faciales coludidos en expresar la emoción de encender el pitarro y admirar aquella fuerza enarbolada en un vaivén anaranjado de la danza caliente en un calor minúsculo.

Concentrado únicamente en pasar desapercibido para el respetable que presenciaría su acto, el artefacto estaba a pasos de él, sacó las manos de los bolsillos repletos… justo para presenciar como la celeridad del colorín sin desparpajo lo dejaba boquiabierto. Y sin candela