alegria
La vida en la calle es dura. No existen gentilezas, todo es agreste, el hambre muerde. Decisión sin opción, las posibilidades se evaporan cuando las necesidades sobran. Los caminos se difuminan, los horizontes se esconden. Sólo los esfuerzos colectivos, englobados como desafíos, emprenden viajes inusitados en estos tiempos de mercado; fuerza y energía originaria se complementan en proyectos que auxilian a pequeños habitantes. Los niños que viven en las caletas necesitan Abrazarte.
Los procesos cavilados a resguardo, efectivos se vuelven donde antes existía un basural, hoy verdes prados. Los cuentos inundan el aire plagado en la festividad de un domingo de descanso. Un público maravillado escucha extasiado historias de memoria y creatividad: son creaciones espontáneas expresadas en armónicas batallas, seducen mentes e iluminan sonrientes caras.
Un río cercano divide una ciudad, mientras en sus añosos acueductos acoge sueños, emociones, sentimientos de un rebaño de almas titilantes buscadores de velas para en barcos de expresión, izar las anclas y ponerse a navegar. Un puente testigo de momentos aciagos pide al viento sople, las nubes se esconden, el cielo límpido señala derroteros: no importa quien llegue primero, lo importante es levantarse, sacudirse el polvo de los errores, mentiras y desidia, esbozar una sonrisa y saludar a la despedida de la noche: se esboza un amanecer radiante que marcará sus vidas, dándole valor a lo que sienten y no a lo que parecen.
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